28 de diciembre de 2018
CMLXXVIII.- Mi grano de mostaza.
No creo poder alcanzarla
sino que la busco en silencio
y, a tientas por la noche,
creo hallarla entre dos estrellas,
en la mirada de mis hijos,
en la rendija de una puerta
o en una taza de café.
Esa gente que entrega folletos
o predica gritando en las plazas
me causa pudor y me alejo,
porque el tenue viento suave
que sopla donde quiere
y me habla sin saber
por donde viene o va,
susurra al oído tan niño,
tan frágil, que me hace callar.
Sólo ha sido un brote,
un capullo que sin querer
y sin saber por qué
llegó lentamente a mi vida
e invadió hasta enamorar
mi corazon con esa bruma
escurridiza que llena el alma,
la levanta y la consuela
como lo haría un amigo infinito.
Es sólo eso.
Me gustaría no estar solo
en esta insensata soledad de creer
que se puede soñar para siempre
y que pueden hallarse tesoros
en el tacho de la basura.
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