Ceguera de lo sumo repentino,
confianza que de niño arrebató
mi sonámbulo ignorar sin ojos,
por un cuanto de no sabes qué.
Son el mar innumeral que vuelve
a donde corren por la hierba tapete,
cuando baja la baraja entre los dedos
y la perla dispareja de su fino saltarín.
La divina mordida infrecuente,
tan parca con la vida, tan cruel,
que se quiere dar a nátura solemne:
lo que nadie se confía en reprimir.
Pero láminas de filo imprevisto farol,
siempre hay, cariño, siempre las hay:
o se agazapan en el viento frío
o se disipan cuando ya no estás.
confianza que de niño arrebató
mi sonámbulo ignorar sin ojos,
por un cuanto de no sabes qué.
Son el mar innumeral que vuelve
a donde corren por la hierba tapete,
cuando baja la baraja entre los dedos
y la perla dispareja de su fino saltarín.
La divina mordida infrecuente,
tan parca con la vida, tan cruel,
que se quiere dar a nátura solemne:
lo que nadie se confía en reprimir.
Pero láminas de filo imprevisto farol,
siempre hay, cariño, siempre las hay:
o se agazapan en el viento frío
o se disipan cuando ya no estás.
4 comentarios:
Me gusta mucho tu poesìa, a veces, vislumbro a Huidobro en tus palabras, pero es ese magnetismo tan tuyo el que atrapa con tus letras. un saludo desde mis mares. joel
arlequín es sin hache, hermógenes
Se me abía pasado, Hosvaldo
ME ENTRETIENE LEER TUS POEMAS, SON MUY ESPECIALES, NO TE DETENGAS
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