27 de marzo de 2007

CXXXIII.- (Incentivos Perversos)



Qué extraña cosa se ha venido al mundo!
Qué rara suerte y qué maldita novedad!
Una sentencia me devuelve el alma
y yo la vendo como loco de atar.

Me veo fatal cuando me subo al trono,
sin amenazas, por que soy autoridad,
que no por nadie me llegó ese bono.
Yo he condenado hasta en el más allá!

Dile a esa vieja, por favor, que no fastidie,
que yo no soy el que la va a salvar,
tampoco soy el abogado de nadie
y, por favor, que no se ponga a llorar.

Encontré a las nueve en punto mi responsabilidad
referida a la certeza con que debo trabajar
sin fomentar en el honor un vicio,
considerando al ala estrépito y sencillo a Dios.

Por encerrar al que me pongan cerca,
por olvidarlo para siempre jamás,
por anotar en mi bitácora su suerte
y por lucirme frente a todos los demás.

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