Atrás se van los bellos
instantes de la vida.
De nuevo fueron ellos.
Molestan todo el día.
Le dicen lo que piensa,
critican sus comidas
y tal como comienza
el día, se termina.
Peores que esos cerdos
que nadie más oía,
son todos los recuerdos
de cuando era una niña.
Fue crudo el abandono.
Su madre no la amó:
la envidia vuelta encono
hirió su corazón.
Juré que yo estaría
con ella eternamente
y la amo todavía,
lo sabe bien la gente.
Mas hay un desamor
que esparce en la agonía
su fuego y es dolor
que en el alma se cría.
La pena me supera,
su fuerza era la mía:
no es una calavera.
Mañana es otro día.
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