30 de octubre de 2006

LXXXII.- Arrepentíos Permanentes


Ostenta un rostro humano carcomido por completo
en su agonía inaguantable de sirviente Rasputín.
Su cuerpo de profeta aniquilado por la angustia
se ha vestido de pudor, ni se emborracha jamás.

No cree nada más que en el oscuro antiguamente,
en su impertérrito poder de la ultratumba delictual.
Incrédulo ser, hecho elegancia y salones
nos sirve para todo, cual verdugo matarás.

Contempla desde un alto cielo el crudo cocimiento,
del mar en multitudes que saluda y que se va
y sigue por las calles con su esperma de cuaderno
marchando obedecer su anal cretina inmemorial.

Gritos que semejan una sala de tortura
o un largo atar de cuervos y de hienas y de sal.
Alaridos sin consuelo, sin asilo o cicatriz:
Lluvia de sulfuria inerte y crudo natural.

Amores, mil amores que se espejan y se besan.
Estrépito de cráneos soberanamente mal.
No existe nada de eso porque todo es traicionemos.
Desierto ya sin flores ni carbono ni coral.

Ven a vivir conmigo, hermano mío, mi chaval,
con el filo de la muerte y sé tu guerra temporal.
Olvida el canto claro de las madres obedientes
y tu tregua niñez y su letargo floral.

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