19 de enero de 2019
CMXCI.- Campo Santo
Sólo somos niños al morir,
a la hora en que camina nuestra sombra
hacia el mágico solaz del abandono,
y la repisa en que funcionan los sueños,
dormidos al amanecer,
donde el sol ya nos está esperando,
cansados, clandestinos y fúnebres,
en el instante en que se aplaca la tristeza
y dejamos sobre el suelo un retrato
inmovil, nuestro nombre entre los vivos,
somos todos niños por fin.
Y jugamos entre nubes transparentes,
bailando la sonata de la luz,
ardiendo como faros las estrellas,
volvemos a nacer llorando,
cegados en las manos del hombre
vestido como náufrago de blanco,
y sucias, con las manos sucias,
ensangrentadas, dolorosas, inquietas
y el alivio dibujado en el rostro.
Somos dioses, somos viento que sopla,
perfume que incita al recuerdo,
marchando entre latidos y tambores,
para atar el infinito en su destino,
al morir nos acordamos del vino
en el cáliz herido por la muerte,
y, tal como se van los niños,
se inicia tu bullicio en el silencio,
se duerme mi palabra clausurada
y entregamos un vestigio vuelto lágrimas,
con el último grito sin aliento,
nos amamos sin poder volver.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario