11 de enero de 2019
CMLXXXVII.- Resucitantas veces más
Voy a quitarle a Cristo
esa paulina seriedad:
que los que lo han visto,
dicen que no es verdad.
Por algo Cristo andaba
rodeado de lincuentes
y mujeres perdonadas:
iba a vivir para siempre.
Riendo por las plazas.
¡Él nos pedía perdón!
con un vino en cada casa
y en la cabeza el corazón.
Feliz de ser el Ser
que besándonos amó:
la Cruz nadie la ve.
Sus clavos no lloró.
Por eso seguían a Cristo
pobres leprosos ciegos:
porque era distinto
y apagaba el fuego.
Corrían los cojos
y las viudas a bailar
con barro en los ojos,
¡El mundo se va a acabar!
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