7 de enero de 2019

CMLXXXVI.- El perro negro



La vida es fome. 

Hay un reloj. Un gran reloj 
y un gran consejo. Sólo un consejo. 
Una bufanda, un propietario, 
una mujer, una serpiente. 

La vida es fome.

Hay una cosa, una moneda, 
una guarida, sólo un volcán. 

De todo aquello que alguna vez 
en un estante lleno de cosas 
logró existir, hay una sola, 
de todo aquello sólo una cosa..

Y voy armando una escalera 
hacia el silencio de luz perpetua
que nos acoge en su aposento 
de tantas cosas, de tantos sueños 
que ya olvidamos: un niño bueno 
que sonreía en cada foto, 
un niño aplaude, un niño espera, 
un solo niño, un aposento.

El tiempo aguarda, nos alimenta,
nos amenaza y nos carcome,
nos acribilla, pero jamás
nos pertenece: la vida es fome.

Hay una pausa, sólo un sosiego, 
un largo abrazo, un buen respiro, 
una campana, una mirada, 
un retroceso hacia el conjunto 
de largas voces: nos recogemos, 
nos estiramos y bostezamos 
ante un espejo de dulces juegos, 
cuando una noche llena de encuentros, 
llena de flautas, llena de libros 
con muchos besos, con pocas cruces, 
con pocos huesos, nos retiramos, 
nos sacudimos, nos asombramos, 
nos decidimos y nos amamos.

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