3 de enero de 2019
CMLXXXII.- La alegoría del cementerio infinito.
En ese momento me siento solo,
solo cósmicamente,
fundamentalmente en soledad,
un alrededor de troncos caídos,
sin hojas ni una lámpara,
un silencio dormido
que no ilumina nada,
la nada que no me sostiene
y ni siquiera puedo caer,
porque no hay abajo ni la noche,
sino la existencia vacía
de algo que no es.
Pasajeros de ojos blancos
con rumbo a la oscuridad,
el deshielo mas hondo,
el plural desconocido,
y un Parménides agónico
que no sabe a dónde va,
el pantano del sol desierto:
las burbujas desaparecen,
el otoño enmudece
y fundamentalmente la soledad.
Un apetito de hambre muerta,
el imposible sin estrellas,
seis cuervos en la proa,
mi casa abandonada para siempre
y un gato negro que no está.
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