8 de febrero de 2008

CCCIII.- Duelectra



La niña de mis ojos
recibe un papel
que lleva escrito algo
sentido, sin leer.

Es tinta, no rastrojos
ni tórrida pasión,
es el dibujo rojo
de un fino corazón.

Su padre vive lejos,
con otra mujer
se culpa de lo viejo,
pero la vino a ver.

Le dice "Estas bonito":
se eriza su piel.
"Ya cuéntame, papito,
te quiero conocer".

La niña de mi fuego
conversa en el anden.
No quiere su dinero.
Lo quiere sólo a él.

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