21 de enero de 2008

CCLXXXVIII.- Mana Vida Pura Fruta y Quema


¿Tiene pena la pequeña cautelosa?
¿El susurro de su boca fue aleteo al llorar?
¿Se vistió su corazón de congoja?
¿O era viento, no fue pena y me confundo nada más?

Se había dicho hace ya tiempo
a aquellos cautos pudorosos
que se guardan un gorrión
en la cápsula profunda
del recóndito salón del alma:
que no escatimen su alegría
ni la duerman,
que no se culpen por el ciego raudo amor
que un día fecundo les florece y quema
y al día siguiente débilmente se apagó y, después,
se consumió y lo desechó la flema:
a su sepelio nunca nadie fue.

No tengas pena, cautelosa tan pequeña,
que tu aleteo es arrebol de luz en mí,
porque al amar tu corazón se llena
de la fragancia que nos hace vivir.

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