
Blandía la noche
su piélago muerte,
de suerte que a nadie
dejaba mirar.
Estrépito manto
y ebánica lumbre,
pulido y granado
en planetas de ti.
Aplaude su mágica
grande proeza
que no todo el mundo
culmina y se va.
De cuajo vi culpa
viruela arrancando,
la nube pensando:
yo quiero comer.
Homínica fría,
arrojadme serena
al azul caprichoso
abanico final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario