16 de enero de 2008

CCLXXXIII.- Ya era



Qué gran naufragio me arrancó de la floresta:
orquídea falsa que una vez me conmovió.
Y tú decías que esa muerte está en mi mente,
que es cosa mía y que he perdido la razón.

De ti había sido lo mejor que dio mi raza.
Se vino abajo en un abrojo y me fugué.
De pronto vi que no había ni una nube rubia.
Te dio lo mismo aquel sentido en que te amé.

Ya eres extraña a mí. No te incorporo.
Hay un abismo entre la nausea que cuidé
y mi sosiego caminante. Ya no lloro.
Ya no te siento y declinado me aparté.

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