
Oh, ¿quién podría atar en una bola de sesos
al hondo pestilente que se agarra de mí,
lanzarlo desde el alto de una torre hasta lejos
y echarme en su regazo para siempre jamás?
¿Calmar mi pesadumbre con la nueva proeza
de un ángela ferviente que me llene, me va?
¿Servir al clan entero en desperdicio y parejas
o ser de nuevo invicto, neonato y sanar?
El íntimo poroso cariñoso prefiere
ser una vez de nuevo el ribereño besador,
mareo y ronroneo de una musa que quiere
la boca que se toca, me acurruca y pezón.
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