
Hay un noble cántico perdido en una roca,
una magistral necesidad,
una flor que me fascina y provoca,
y que tiene de la luz la libertad,
la confianza satisfecha que buscándome descubre
el regalo que esperábamos dorado justo ahí.
Pero me voy, después de fáciles y luces,
porque he notado que no siento ya,
que aquel infausto abandonar que a mí me cubre
es demasiado parecido a su inefable no amar.
No me conformo sin llorar: no doy con esto.
No entiendo nada. ¡Yo no quiero ya más!
Si fue posible que una Babilonia luna
se haya venido abajo en gloria y majestad,
¿cómo es que me ha dejado vivo y caminando,
si yo era todo el cielomar de esa ciudad?
¡Que siga siendo! ¡Que se acurruque!
Que todo un íntimo destello le sorprenda desnuda,
arrebatándole, perteneciéndole
y equiparando al animal arrinconado que lucha
con el áspero dolor que eso le causa.
Por desplegar así el instinto de rendirse,
por conocer, por perdonar,
por despertar de noche en medio del silencio,
creciendo siempre, sin pavor y esperanzada.
Por ese fuego sin control, por el placer,
por el terrible y quemante placer
que el aciago descontrol provoca en mí.
1 comentario:
Increible como cambia la interpretación al modificar la persona.
No es lo mismo "por conocerte, por perdonarme" que "conocer o perdonar", no es lo mismo "me" que "le". Igual suena bien.
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