28 de junio de 2007

CLXXXII.- Plácida Oración Muro Carente


Yo consumí un vestigio avaro, imprudente
que estremecía mi impertérrito y soñé,
buscando allí donde simulan y no hallaba,
no claudicaba y, sin hallarle, amanecí.

Pero confié.
Dejé en sus manos mi alimento y mi piel.
Abandoné por un segundo mi complejabilidad.
La perdoné.

Borré dichoso mis haberes más preciados.
Le pedí cuenta de mis deudas: calculé
que pude haber amado tanto a tantos,
pero no púdelo pagar, y trabajé.

Sentí su mala voluntad apaciguada,
desesperadamente digna y olvidada,
con una simple y pudorosa candidez.

1 comentario:

bajamar dijo...

Inocencia y candidéz...un buen estado de la niñez

saludos

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