
Hermosa calma abrupta del infante calamar,
que se desliza,
que busca náufragos
y vuelve anonadado al brillo ingente
numinoso y caminante de la rara fina sal.
Dando sólo pasos como silla en fuga,
en la más impenetrable oscuridad,
sin hallarla.
Un encierro espeluznante,
una vitrina sombría
que nunca dejaré de palpar,
marcando al caminar un pulso
de agonía que jamás se detendrá.
Yo prefiero ser el lado acompasado y fucsia,
porque mustia es la elegancia de la piel:
todo es micro, todo es nado,
todo es ámbito incerteza de penumbras
todo es agua que circunda y va lebrel.
Yo quiero ser el cántico destino,
su fino manto de caduca y de pincel,
su prodigar mi oscuro pálpito vinilo,
su cloroformo de dominio y ser amé.
Y a donde sea que su raya perentoria,
su hielo mágico, me vaya con él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario