
Invierno parecido a rieles blancos:
cae la fría gravedad ciega del mar
y se acongoja entumecida
su fatal solemne voz que pide fuego,
que sin abrir la boca llora y su asesina
corrosión hecha verrugas que lastima
al viento sol de la prisión, y los follajes
que no han dejado al niño muerto sin hablar.
Fantasma trino que en la copa del canelo,
clamando ver al menos hojas y conejos
para aplacar su congelada vanidad,
levanta manos primorosas como huesos
y las dirige al infinito umbilical.
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