16 de junio de 2007

CLXXVII.- Matilda Madre


Yo necesito un vendaval desesperado,

una amigable despedida sin amor
o una primicia que me cubra enteramente
del festival acongojado y del dolor.

Su gutural espasmo fétido me asombra,
me tala pálido e indefenso deambulé
por la parroquia de la calle que ignoraban,
donde el mendigo abandonado ya murió.

A la niña de mi mente le estimula llorar,
y yo pienso andar alado casi siempre:
que la manzana deja huellas en el contre igual.

Cada paso de su vientre es decidido pilar
y todo cuadro familiar parece fino y decente:
que ha sido simplemente puro cuadro familiar.

1 comentario:

bajamar dijo...

A la niña, niño de la mente, pero principalmente la niña, muchas veces le estímula llorar...

y lo hace, pero no siempre se nota

un abrazo a esa niña de tu mente, desde la mía, que suele hacerlo

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