31 de agosto de 2018
CMXXXIII.- Racontología
Quiero decir cosas,
abrir el corazón ardiente
compañero adolorido y optimista,
intimista, florecido y, sin razón,
inaugurar un par de plazas amistosas,
con hileras infinitas delirantes
de mocosos impacientes bulliciosos,
toboganes oxidados a la luz del sol,
y ocho padres divorciados fastidiados,
extasiados peregrinos en la tierra
abandonada por su propia sensatez.
Todo junto de inmediato y para siempre,
si no lloro y me resisto testarudo,
porque tengo mil milenios por delante
y la estrella que se agolpa en mi interior
llueve vientos de magnetos rubicundos
y no hay modo de volver a la niñez.
Quiero hablar de algunas cosas esta tarde,
por abrir mi corazón ardiendo lágrimas,
carpintero de los robles olvidados
en ese parque que se fuera para siempre
y al que nunca volverá mi obsecación,
porque soy el descendiente del futuro,
porque sólo una paloma reconoce mi dolor.
Ya está lista mi rutina de melancolía,
llevo flores a los nichos olvidados
de mi viejo que se ha ido, que esperaba por mí,
cuando niño fui impaciente allí en su plaza,
cuando todas las palomas lo rodeaban a él
y mi mundo era un pretérito perfecto
y las flores acababan de nacer.
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