28 de agosto de 2018
CMXXXII.- Cáscara Pálida
No queda más remedio que los libros,
ni escondite más seguro que cantar,
otro refugio que una larga sinfonía
o dormir y dormir eternamente soñar.
Aturdirse en el lugar de los fotones,
detener el curso ciego de una fábula
y hallar en el nido del dolor mi nombre,
en la mínima canasta del propio desamor.
Ser únicamente el malo para quien te das,
entregarse por entero a quien te evita,
buscar desesperado la mano que no está,
el beso que no está, la dicha inexistente.
¿Cuántos siglos hay entre la lucha por amar
y el desconsuelo infinito de la amarga noche?
¿Por qué se empeña uno en escarbar dolido
la piedra imposible de su cántaro vacío?
Huir es una arenga eternamente repetida,
es un niño mar consuelo que al cabo morirá,
porque huir no tiene abrazos ni esperanza,
rendirse no figura en mi bitácora dolor.
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