26 de septiembre de 2006

LXVIII.- Caronte


Preferiría no tener que superarte nunca más,
ni seguir jamás los pasos de mi cuello atado a ti,
o ser el despistado que te imita despiadado
cada día que compita enadmirando tus pies.

La huella de tus clavos, los pasos de tu buey,
las armas de tu cofre y el bufo necio hiel.
Hay algo que se oculta en cada niño mar siniestro,
lo saben sus abuelos y sus hijos también.

Sin forma de evitar que al final todo se sepa,
nos quedamos en la orilla, mojando nuestros pies.
Qué adúltera homilía en mil escamas nos mudó,
su cruda piel de adulta con mis remos sin sudar!

El caso es que dejamos su fragancia y nos callamos
lo que ahora es catacumba y ya no entiendo nada bien.
Qué ha sido de nosotros, los ángeles de miel
que fuimos navegantes, sin córteluna y rey?

Yo digo que prefiero no tener que superarte,
ni ser tan despiadado en cada paso que seguí,
pues cada niño es alma de otro necio navegante
que quiere darse al padre nuestro océano y vivir.

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