
Se ha llenado de mensajes de trigo
que de vástago le arropan sin razón ni fe.
Ya no canta como antes y el ombligo
ha perdido el perlacruz en su fulgor de piel.
Yo me lo topaba varias veces en el día
y repetía su monserga como loco de cité.
Me daba sudando su manopla vacía
y hecho todo simpatía de prudencia, me decía:
"¡Tengo sed! ¡Tengo sed!
¡Dios mío, tengo mucha sed!
¡Y un mundo de sensaciones,
pero loco, qué terrible sed!"
Lastimero residuo de potencia clueca,
cada día más flaco o más arrugas en la sien.
y se vuelve mujer y no lo quiere aceptar,
y se maquilla un poco más si va a llover.
Él que se deprime en decadenciamente solo
y no lo oyen desde que apagó su larga voz
de barato cancionero que girando crece:
ahora nadie le agradece, porque casi murió.
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