
zumbando su loco cariño regalar
al prodigioso bocharro de Baltimore:
la niña puta vieja, le escribía morir.
Le decía que no amaba a nadie,
que era ella únicamente
y le tocaba la nariz: no sé.
Niña mía, sólo mía, quiero ver.
La barriga vacía, Maximiano dormía,
le cortaba la cabeza, y la frente,
la gemela que adoraba ya tanto, lamía
su maldita florañeja de la mar revolución.
Pero nunca se lo dijo a su mujer,
ni a su amante porque no tenía
ni lo podía confesar al comité.
Yo no sé, porque nunca la pude conocer.
Oriana que versa, su plática conversa
todo el día y por la noche con él,
porque nunca se hizo enteramente viejo
y ella siempre lo venía a ver.
Amando sin agua ni tregua ni guagua,
la luz de su cara que gritando se fue:
el último arrecife de su fauna
¡Bendita llora mía por él!
Yo confieso como un hombre siempre
lo he soñado y he querídolo saber,
ser el dulce radicario con los débiles,
el feroz amargonauta con el Santopoder.
Generoso con el quién me quiere tanto,
despiadado con el hijo del demonio cruel,
que me manda y me demanda la bufanda,
el oropel de mis uñas y la pluma clavel.
Lo sé! Sencilla, rara y fría, mi témpano!
Soy el cerdo infiel, el recuerdo sin querer
que perdido descolgué el teléfono,
niña mía, sólo mía, y yo por qué?
Porque sigues siendo niña de mis ojos,
porque fuiste solitario amor acaso ayer,
y acaso alguna vez seré tu niño flojo,
el que rojo nunca nada y casi nada por hacer.
Lo sé!
Yo soy tu vida y mi vida: jurel!
El cojo melodía y tu despojo que busco
un luminoso pan y vino, y yacer.
Soy el error incomparablemente el mundo!
Yo sólo quiero conocer y merecer
nada más puro que el bendito placer!
Amoroso caliñero cuculí que va
solamente a ser amigo y complacer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario