12 de septiembre de 2006

LXII.- Universario


El lugar donde se dan, en la cara, algunos de esos.
El aire que veloz alegra el corazón
y le da aquel dorado sonoro
color.

La luz que de un instante fecunda
y arroba,
se adueña de todo, si brillando sescribir.

El ángel que nos hace conocida la cara

y alegres caminamos por la vereda
libres.

El flautista que se ha ido loco

al ver el aroma que se oye,
la alegre canción que subyuga
y nos aleja de todo lo demás.

El fármaco inubicable: ese que nadie vende,
ese que todos buscan y nos llena de pulcros efluvios.
El viajero perspicaz que gruñe
entre luces de abanico
y prisma de cristales.

El azucarado amanecer que llena
el corazón del desamor.
Un ángel pequeño y
tan pequeño que no sabe
ni siquiera lo que hacer
ni nada qué decir.
El coleóptero venenoso
andrajoso y ruín.

El palomo que cuando muerde besa y cuando besa
muerde.
La mujer que siente como niña y vuela como nadie.
La sábana que va sin cuerda y lleva las manchas

de amores inmundos.

El ave rapaz que se alimenta bajo el agua detenida,
y muere dignamente sin decir palabra.

Todo aquello que no se parece a sí mismo.
La esperanza realmente verdadera
que se siente únicamente entre los sueños.
La piedad que busca uno
al hacer el amor.

La mariposa que no resiste un segundo
sin oir esa palabra
que la hace feliz,
y que sin embargo
sigue
siendo mariposa.

La estación donde todos los trenes
se detienen y no avanzan más.
La enfermedad que sufre la luna
cuando se mira demasiado al espejo.

El insoportable hedor que despide
un hombre que no quiere salir
de su amablemente y triste

luz de catacumba.

El mal camino inevitable que termina alguna vez

siguiendo todo aquél
que alguna vez siguió.
Aquello que uno amó
hace tanto tanto tiempo,
y sigue sintiendo cerca, a pesar a pesar de todo.

La anciana que canta
cual mujer que vuela
cuando niña y siente
como nadie más.
El triste aroma intenso que por lo mismo sabe
y desde lejos se ve.

El ángel inmenso que
nunca pudo ver
ni supo qué decir, tampoco
lo que hacer,
pero fascina.

Las opciones que la vida da

y que sin embargo no implican
ni una sola pizca de sal en libertad.

Venir a la vida sin haber
pasado por la niñez,
o sea, ser adulto
nada más que de inmediato.
Ocupar un lugar en el espacio,

pero únicamente el lugar que otro tiene
reservado para ti.

La estación del año
que precede al verano,
y que dura sólo un par de noches.
La dulce esperanza
que inunda
cuando se logra reconocer todo.

El espacio del océano
que se imagina
quemar
cuando se pone el sol.
El hombre completamente
dedicado
a su casa y a su vida, metido en la ducha.

El ruido que hace la serpiente
blanca que vive en la antártica,
alimentada por militares
que hacen patria.

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