
El lugar donde se dan, en la cara, algunos de esos.
El aire que veloz alegra el corazón
y le da aquel dorado sonoro color.
La luz que de un instante fecunda y arroba,
se adueña de todo, si brillando sescribir.
El ángel que nos hace conocida la cara
y alegres caminamos por la vereda libres.
El flautista que se ha ido loco
al ver el aroma que se oye,
la alegre canción que subyuga
y nos aleja de todo lo demás.
El fármaco inubicable: ese que nadie vende,
ese que todos buscan y nos llena de pulcros efluvios.
El viajero perspicaz que gruñe entre luces de abanico
y prisma de cristales.
El azucarado amanecer que llena el corazón del desamor.
Un ángel pequeño y tan pequeño que no sabe
ni siquiera lo que hacer ni nada qué decir.
El coleóptero venenoso andrajoso y ruín.
El palomo que cuando muerde besa y cuando besa muerde.
La mujer que siente como niña y vuela como nadie.
La sábana que va sin cuerda y lleva las manchas
de amores inmundos.
El ave rapaz que se alimenta bajo el agua detenida,
y muere dignamente sin decir palabra.
Todo aquello que no se parece a sí mismo.
La esperanza realmente verdadera
que se siente únicamente entre los sueños.
La piedad que busca uno al hacer el amor.
La mariposa que no resiste un segundo
sin oir esa palabra que la hace feliz,
y que sin embargo sigue siendo mariposa.
La estación donde todos los trenes
se detienen y no avanzan más.
La enfermedad que sufre la luna
cuando se mira demasiado al espejo.
El insoportable hedor que despide
un hombre que no quiere salir
de su amablemente y triste
luz de catacumba.
El mal camino inevitable que termina alguna vez
siguiendo todo aquél que alguna vez siguió.
Aquello que uno amó hace tanto tanto tiempo,
y sigue sintiendo cerca, a pesar a pesar de todo.
La anciana que canta cual mujer que vuela
cuando niña y siente como nadie más.
El triste aroma intenso que por lo mismo sabe
y desde lejos se ve.
El ángel inmenso que nunca pudo ver
ni supo qué decir, tampoco lo que hacer,
pero fascina.
Las opciones que la vida da
y que sin embargo no implican
ni una sola pizca de sal en libertad.
Venir a la vida sin haber pasado por la niñez,
o sea, ser adulto nada más que de inmediato.
Ocupar un lugar en el espacio,
pero únicamente el lugar que otro tiene
reservado para ti.
La estación del año que precede al verano,
y que dura sólo un par de noches.
La dulce esperanza que inunda
cuando se logra reconocer todo.
El espacio del océano que se imagina
quemar cuando se pone el sol.
El hombre completamente dedicado
a su casa y a su vida, metido en la ducha.
El ruido que hace la serpiente
blanca que vive en la antártica,
alimentada por militares
que hacen patria.
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