
Pecoso que iluso
regresa a la infante
dorada estulticia
del amanecer.
Su voz se adelgaza
y le cubren la piel
lunitas de grasa
que deja el acné.
¿Y donde se ha ido
la mínima dulce
que ayer dormitaba?
¡La acaba de ver!
Su eterno verano
de sábado libre
dejó una sonrisa
veinte años después.
La playa, su inmenso
perfume y las olas
le cubre los ojos
de arena y de sal.
No hay prisa sin pausa,
ni nada en el mar.
Teclado en la mano,
la quiere besar.
2 comentarios:
gracias ilusionista!
señor escritor, insisto en la tardanza, aunque cada día me parece más que 20 años son solo unos instantes, el ayer!
besos
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