
¡Mezquina imitación del mundo, aplaude!
Concentra en tu fantágora floresta
la música sonar de lluvia y pan:
pues somos mensajeros transparentes,
y nobles fustigamos en amante sacrificio
aquella iniquidad, si nos besamos,
nos entregamos,
nos apilamos a la luz de una pantalla irreverentes
al gigante y su designio surtidor mural.
La congelada y diametral fogosidad
nos aquietó en su repentina carencia,
y ahora nos vimos pretendiendo ser el héroe,
por conseguir que un alma ajena se acurruque al fin.
¡Que no haya niños!
Concentra en tu fantágora floresta
la música sonar de lluvia y pan:
pues somos mensajeros transparentes,
y nobles fustigamos en amante sacrificio
aquella iniquidad, si nos besamos,
nos entregamos,
nos apilamos a la luz de una pantalla irreverentes
al gigante y su designio surtidor mural.
La congelada y diametral fogosidad
nos aquietó en su repentina carencia,
y ahora nos vimos pretendiendo ser el héroe,
por conseguir que un alma ajena se acurruque al fin.
¡Que no haya niños!
Que por la noche sólo grillos y sonámbulos,
y en la mañana permanezca su farol:
un amistoso cancionero prendido
y se conecten todo el día eternamente los demás.
Y allí en el vasto alrededor de blanco y negro,
será el herbívoro que cante y la agonía será
el nombre neutro con que mojen en la pila
al benjamín de nuestra opaca vida adúltera y plural.
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