
Yo tengo para mí que la aparente majestad
se viste tanto un día de ladina tibieza,
y cierta noche de íbice o de burdo canto
de mugre o de cebolla y maravilla bienestar.
Armando de sí misma la simbólica proeza
y siendo inútilmente lo que quiere rezagar,
la lluvia con genuina trementina gentileza
es fango, cloroformo y lo que muere además.
Siguiéndome y pariendo en el estero mal abismo
canicas y adoquines olvidados en la hierba,
armó su flor mandrágora del mundo mi diablo
y rueda polvareda su moneda capital.
El mundo imaginario que habitaba ya se ha ido:
su cuna en desconcierto que me enerva volará
y el ánimo tesoro que he perdido y conocido,
es música germánica melódica rimar.
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