6 de mayo de 2008

CCCLXVI.- Fui un arrebol de pulmonar gastado


Hoy por fin he vuelto al cerro donde me habitué,
que imploré desesperado su violín domesticado:
polisón que yerra torpe de una mal generación
y asistí de nuevo al pasto menestral, por un instante.

Mar elíptico que esconde fiebre físico y ginebra:
lo tomé y lo abandoné sin avisar mi paradero,
porque nadie lo que quiero, lo que quise, lo que fui
pudo nunca amar y serme al desatarse por entero.

Pero el fuego que con ella y di por ella, no esta más:
se ha marchado la trigueña, la dorada pez mujer.
Me dejó babosas crueles de cubierta y majestad:
no hice ruido, soy testigo y renuncié.

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