
Huevito y palomo, perdido, enojoso,
mal hecho y escombro, vencido en el mar.
Perdimos la guerra, más no la batalla.
¿Qué insulso organillo, si nadie te oyó?
Mi madre se ha ido y llegó una mañana
diciendo idioteces que no olvidaré:
"Licenciado Pollarolo, que deja el hospital,
gladiolo sin remedio y la voz del cardenal".
El mico que ha huido se lleva a tu hermana,
pidiéndole a veces que olvide a su Adán,
pero ella es tan digna, tan ángela y muda,
que todo lo perdona y jamás lo dirá.
Pequeños que somos, macacos piojosos
atados de pie al organillo bocón.
Vacía mi calle y dormidas las putas.
No vienen los niños: algo les pasó.
Gritaremos como fascios de combate.
Dormiremos a la gira y en cubierta nos dirán:
“Lucha, camarada de contienda y compañeros,
que nunca, pero, nunca volveremos a vivir”.
Marcharemos como amargos bolcheviques.
Le diremos sus mentiras a Juanito, el capataz.
Partiremos en doscientos mil veleros:
nuestra vida de polluelos a llegado a su final.
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