
Sin ostia en la boca ni Espíritu Santo,
que unidos juramos, presiento que tú
curtías mamparas de antaño, rezando
y subiendo inocentes al monte, su cruz.
Que eleven la antigua ignorante plegaria
por todo domingo y callado me voy,
conforme se han ido, este siglo quisimos,
quedándo por todos el saludo de la paz.
Ya no te conozco, ni llevas melena:
hay castillos y demonios y suplicios que decir
que van reservando su posada en la gehena,
y, sin embargo, muchos fariseos junto a mí.
Ese que tú ves impidiendo que ella salga,
mi pobre amor inquieto la persigue con pasión,
llenándose de golpes que estrangulan a mansalva,
queriendo sólo Ley; ese también soy yo.
Y todo aquél que esté por fin enteramente libre
de su primera piedra con el pecho en la pared,
que vaya cometiendo pecadillos tan horribles
y arroje su miseria y que se acabe de una vez!
2 comentarios:
un tanto insultante y mucho más posmoderno...es decir ...una mierda
Aquí está otra vezcondido el orondo,
el archivaldo del mezquino lagar,
ese que quiere ser fiscalcahuete
en su fatal insimilar mediocridad.
Su pusilánime vergüenza perezosa,
metiendo su pronombre en el pozo,
sin agallas, lastimero y calato,
mentirosa refunfuña insidiosa,
que me fastidia, memoriza y redunda
con amargo y suculento anonimato.
Dile, tú, melancolía ruidosa,
mi filosa niña fría bajamar,
que me guarde su tesoro en silencio,
que se tome el tiempo mudo leyéndome,
para cerrar caballeroso la boca
o que me olvide, que no está obligado a ver,
ni a escribir, ni a leer, ni a soportarme
y, si le gusta otra manía, que se vaya,
que yo no escribo para casi nadie más.
Porque si quiere lo que quiere, puede postular,
so mariquita molestoso deforme,
con tal que grite para todos su chapita vulgar,
su domicilio, su apellido y su nombre
y le prometo que lo haré feliz,
pero se esconde.
Yo lo medito, lo publico y le contesto,
para que se haga tan famoso como yo,
tan opulento, tan jocoso, tan tuerto,
tan culterano pendejo su castizo rococó,
pero no.
Porque no sabe, no conoce, ni tienta,
cierra vacío su alcornoque en un ancla,
y se sienta
el maldito cobardía noche, en un rincón,
recalado mojigato, su teclado muriendo,
que presume cachiporra cuanto dice mi canción,
sin remotamente nimio saberlo.
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