26 de diciembre de 2020

MLXXXIV.- Mateo 1:20


Mi niño no sabe
que soy el sustituto
del padre infinito
que lo ha de abandonar.

Viajé hasta Belén
montado en un pollino,
fui Dios y fui su padre:
lo sabe Abigail.

Hay cientos de infames
que nunca regresan,
procrean y olvidan,
pero ese no soy yo.

Lo cuido, lo mimo,
lo llevo en mi oración,
lo llamo, lo visito
y pago la pensión.

Yo a veces me pregunto
qué pasa por la mente
de aquellos que abandonan
al hijo y la mujer.

Se van a las Canarias,
se vuelven millonarios
y vuelven una noche
sin una explicación.

Hay algo que me dice
qué debo estar allí,
ser ánimo y consuelo,
cumplir con mi deber.

No importa que María
me ignore cuando voy
al templo con su hijo.
Me llaman San José.

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