12 de noviembre de 2018

CML.- Margarita



Cree tener el plato más blanco, las manos aseadas y el alma fecunda, dónde cabe toda la misericordia humana. Y lo eleva temerosa por un mendrugo de fe en la existencia, en la caridad luminosa y en el corazón de los demás. Sus ojos navegan en mares infinitos y alcanzan el brillo de un horizonte rebosante de vida que colma su ser. Nadie la ve. Ninguno le da. Solo el silencio que quiere apagarla. Nada más que gentes que vienen y van. Levanta sus brazos hacia el cielo de la tarde y florece en su boca la dicha que no está. Pasan los días y todo se le ha negado. Vuelve por la noche y su alimento es un gato, un viejo dormido y una manta sucia bajo el puente de todos los niños del tiempo.

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