23 de noviembre de 2018
CMLII.- Camisonámbulo
No duermo.
No logro cerrar los ojos
en la clara juventud de la noche perfecta.
Hasta el oro que el gorrión gorjea y madruga
no brilla entre las nubes de la fría tiniebla
ni me invita a caminar por la casa callada.
No duermo nunca.
La noche me acompaña toda la noche
y palpita un refugio de luciérnagas.
El grillo que menea su violín delincuente
espera la llegada de mi Blancanieves.
El alba mentirosa que espero fumar,
el libro pasajero de Hegel
que tampoco todavía se duerme,
la furia que se esconde pestilente
en lo máximo profundo de mi linfa muerte,
el madero que separa las hojas de una biblia
pastoral y juvenil que marcaba la luna
en mi bella cantata,
en la primera de corintios,
justo donde llora el canto signo del amor.
Lo sublime que no puedo dormir.
No duermo esta noche y me ronda
una taza de café
como un grano de mostaza,
y mañana me verán dormido,
exactamente digo cuando todos se van,
y las setas se aproximan a mi nombre
que no sueña cantimploras y mis ojos
se cierran amistosos cuando Pedro niega
y la luz de las ciudades no conocen mi dolor.
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