4 de abril de 2009

DXXIX.- Veneno Salvador


Ella habíalo sufrido lamentablemente todo
y tenía un hijo sano de su antiguo, tierno amor,
mas el nuevo mal marido era un perfecto pastel,
al que habíamos llamado el esperpento cruel.

Tuvo una hija con él, pero estaba sometida
a una inmensa y corrosiva vil presión, irresistible.
Terco infiel que le tenía secuestrado el corazón
como haciéndole culpable de sus fallas de varón.

Y viviendo como nadie esa terrible locura,
tristemente a su hijo hermoso terminó por olvidar
y en el fondo de la casa él prefirió sacrificarse
dando fin a su tormento, sin decirle a la mamá.

Pero ella -pequeñita- no podía soportarlo
y se fue queriendo amarlo al Hospital del Salvador.
El sistema no podía ni ayudarla en su tristeza
y hubo poco compromiso: no hubo nadie a su favor.

Finalmente tras de mucho infatigable batallar,
sumergiose en una etapa de conciencia tubular:
acabo de convencerse que esta vida no era vida
y que había de encontrarse con sus hijos en el mar.

Se encerraron en la pieza y bebieron los remedios
que le daban los psiquiatras en el sórdido hospital.
Esperó a que se durmiera y esparció en toda la casa
el veneno de la muerte que era su liberación.

Mas dejó un par de mensajes que, pidiendo perdón,
explicaban su arrebato y la tortuosa decisión.
Se acostó, triste, a su lado y espero a que la mañana
sorprendiera sus miradas extraviadas sin razón.

De improviso fue su hermano el que pateó la puerta
y apartó el gas de la estufa: sin sentido las halló.
A ella pudo despertarla, mas la niña estaba muerta.
Ahora está en Valparaíso sometida a la prisión.

¿Qué pensar, qué perdonar? Loco abismo hay en el alma,
cuando tiene uno en las manos el futuro y pide a Dios
que nos dé sabiduría o un criterio para ser
el remedio de este infierno tenebroso y sin amor.

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