25 de noviembre de 2008

CDXLVI.- Mi caldo pantruca y tu espejo detrás


Yo venía a confesar que fui soberbio,
que huraño, crítico y pedante: fui servil.
Pero te hallé con una paila y cuatro huevos,
llena de risa y ya no supe qué decir.

Cómo extraño tu extraña planicie pradera,
de manto caliche y figura pascual.
Me llora tu cara de adulta cansada
y larvada pereza: no quiero ya más.

Para atar en un ramito de congojas moradas
el esfuerzo que supone tu existencia para mí,
soy la máquina marea caudalosa inesperada
que te mata cuando duermes y que quiere vivir.

3 comentarios:

DEN dijo...

Demasiados huevos... too much.

Cuculí Pop dijo...

Eran para mí
(me lo dijo el viento)

DEN dijo...

Media docena de huevos pa ti solito??? :-O

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