19 de agosto de 2008

CDX.- Metafísica de los hambrientos



Yo reproduzco al tipo de ser inmemorial y basto,
al que hacía de la premonición vulgar un oficio
y ha sido llamado desde entonces el mendigo,
el aprendiz.

Cuando se unía la destreza a la sonrisa
y un ajeno rumor de música y gigantes
cubría de esculturas coloreadas las plazas,
los enjambres y el ejercicio innecesario del culto.

Hoy se ha vuelto escombro todo aquello y pesadilla:
se volvió erupción ingente y mal recuerdo.
Hoy se dice bello, y mañana se dice pesar.

Porque tuvimos al entero abismo yermo,
al fecundo prodigio de la muerte más lejana,
que consiste simplemente en la vida mundana
y se llama temor, y se queda en la cama.

Abandonados, precarios, pusilánimes y tercos:
los rotundos filosofemas esparcidos por el aire,
las últimas dos ballenas yubarta nadando,
y el dibujo de veinte círculos conocidos en el agua:
todo fallece de pronto encallado en la arena
todo se hace conchuela en medio del mundo fango
todo desaparece lentamente sin considerarnos.

Yo pertenecía a la nueva especie de forasteros,
a los marginados que no tienen derecho a la urbanidad,
confinados por siempre al esfuerzo que no rinde frutos:
fervorosos peregrinos que sostienen al hombre
y buscan manzanas mordidas
en los basureros todas las noches.

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