
Detrás de toda costra
me levanto solo yo,
ungido por la sangre
pura y nueva, estupefacto.
Floral que no descuida,
en lo que vale, su perfume
de esperma, cicatriz,
hemoglobina o borbotón.
Un día contemplando
sus recíprocas pupilas,
brillaban y mentían
dos parábolas vacías.
Y ahora que se han ido
en festivales de negro
la tierra se ha cubierto
con barriales de humedad.
Que allí donde estuvimos,
¡cuanto habíamos soñado!
Su flauta era la duende
en que elevaba yo mis pies.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario