24 de marzo de 2008

CCCXXXVII.- Se vende



Que se apague mi velón de sicomoros
y se llene la alberca de piedras y de cal,
donde un día nadaba un rumor de cachorros
y de noche fumando miraba el umbral.

Que mi vino delicia se convierta en agua,
porque la hija de Jairo nunca despertó,
y ya nadie comió de mi pan de cebada,
que duro y que añejo vomita el desamor.

Terreno implacable de veinte hojas secas,
un muro y rastrojos de hierba, adoquín
dorado y soñada consorte hipoteca
que quiere quedarse con todo y sin mí.

Porque siguen la suerte principal los accesorios,
porque ya no me alcanza el oropel a fin de mes,
y debo convencerme que no queda casorio
y que la vida me alcanza y que la muerte después.

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