
Nos dijo “Yo perfecto solamente soy,
tan pura y simplemente porque yo soy yo",
vestido de oro verde y de seguridades,
bronceado y con la boca en un anfibio melón.
El ya se ha encargado de decirle a todos
que afloran en su boca nacimientos breves,
oficios renovados y felicidades
que gritan al respiro del primer dolor.
El aire ya conoce su gentil arrogancia:
su mundo (y digo mundo por llamarlo así
del modo en que se nombra aquella pasta ingente
formada con las almas que de polvo son).
Y todo lo que todos de él un día creyeron
es nube que enmudece, se disipa y va
directo hacia la fosa que es pereza y perece:
el sueño en que habitaba, no es eternidad.
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