16 de agosto de 2007

CCVIII.- Intermitente Carcajada Maldita



Ese reír que no detuvo su fragua
ni entre nosotros ha bajado la voz
por un instante siquiera, nos da tregua
cuando a veces nos permite soñar.

Yo recuerdo aquella tarde de domingo,
llena de besos que no duermen jamás:
nos arrullaba la pena más feliz del olvido,
tan febril que se agazapa, y era dueño de ti.

Mas de pronto una mañana ese ruido
de adúltero payaso se desliza corriendo
y nos devuelve como espuma su rostro:
la perfidia que se ríe llorando de mí.

2 comentarios:

Palmoba dijo...

El olvido en brazos de lo olvidado pocas veces resulta.....

Anónimo dijo...

Es tan corto el arroz
y tan largo el tallarino

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