
Hay una ramera que se mete de noche
indócil en mi cama de sabbat,
vendiendo dulcemente leña seca,
lleva dentro un amistoso calamar.
Yo rechazo aquel estío desde el alma
y la vileza de mi holgada madurez:
vida triste acomodada y dependiente.
No la quiero ni la voy a defender.
Habita en mi morada un aberrante plenilunio,
y las hienas se solazan en mí,
con el cuero de mi amargo infortunio,
anaranjado, maniatado y caprichoso corazón.
Soy la carie, el nubarrón y la sutura,
soy espasmo y venenoso cascabel,
soy la mácula rabiosa que una fiera
llueve razas por el mundo desde que éste se fundó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario