4 de febrero de 2010

DCXLIII.- Tarde para nosotros


Hubo noches en que uníamos mi voz, su sueño
y la mística aventura en un fulgor común,
que se hacía de nosotros cual si fuera el dueño
del latido despiadado que era nuestra luz.

Desnudándome impaciente por llevar un solo trozo
de frugal austeridad a su misionera risa,
cual relámpago de cálido vigor parsimonioso,
se prendía de mi vértigo vapor sin prisa.

Ahora ignoro realmente si será infinito.
Por de pronto me conformo con que siga un poco más
su calor y su naufragio en el lugar que habito,
como extraño y misterioso desamor voraz.

No hay comentarios.:

Nos gusta Cuculí Pop