8 de junio de 2009

DLXIV.- Cerro Panteón


Yo me levanto aquí en la calle Dinamarca.
Miro allá lejos, una iglesia protestante
y frente a mí se empina grueso y majestuoso,
inexpugnable cual bastión, el arco griego.

Quien sabe bien si el cementerio, la cárcel
o el pasadizo murallón que los separa,
fue abierto al aire como sábana calipso
y vio la tierra en el hedor de rubios muertos.

La escurridiza rebelión de los murales
halló en las razas aun resecas de pimientos,
yo no sé bien, si fue la muerte entre barrotes
o la fecunda libertad tapando nichos.

¡Que desmorónese callado y rendido,
el campo santo de un millar de disidentes,
que fueron ángeles herejes una noche
y ahora no quieren otra vida prisionera!

Ni ver amándose en la celda abandonada
al nuevo rey como invitado de piedra,
porque hubo muchos misioneros que se han ido
y tanto terco luterano que jamás se marchó.

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