
Ninguno cree mucho demasiado en nadie
y pocos finalmente se confían en Dios,
que esa larga caminata navideña por la calle
sólo al cura y a la hermana plenamente convenció.
Comienza el verano y diciembre termina
en el patio nocturno que el mundo olvidó
y llegan de improviso pidiendo los deseos
porque pase el año pronto, que ya todo pasó.
Las viejas decían que -con mucho gusto-,
el que viene será claramente mucho mejor,
siempre y cuando den las doce y justo:
cuando doce campanadas dé el reloj.
Yo conozco un primo mío que se alegra
y a una viuda que no para de llorar,
pero todos, casi todos con locura,
hacen algo un poco loco sin dudar.
A las doce de la noche cuentan plata
o le dan a la manzana buena circunvolución
y colocan en la puerta una maleta
que asegura la fortuna plena y multicolor.
Vendrán de una sortija dorada en la copa
varios meses llenos de prosperidad
y en ollas de lentejas, al subir de la escalera,
viajaremos hasta al cielo y mucho más allá.
Que dé vida y pura magia a tus deseos por docena
un granito de uva verde por talán,
y que linda esté servida toda mesa en cada cena
tras pararse, sentarse y volverse a parar.
Llena, Nena, tus zapatos de dinero
y el grabado de tu amado pon atado en un listón,
apretado y perfumado allí en tu pecho
con un hilo del color del corazón.
Escribe en un papel las porquerías rotas
que se lleva el 2008 al funeral,
las traiciones y las penas, las derrotas:
luego arrójalas al fuego de la noche final.
Al besar ruidosamente las campanas a la luna
echa un vaso de agua helada al más oscuro callejón,
y así alejas de tus ojos el dolor y la amargura
con las piedras del dinero, la salud y del amor
Limpia y adorna con espigas la casa,
y enciende las velas para cada ocasión:
azul era la paz; amarillo, la abundancia;
de naranja, inteligencia; y toro rojo, la pasión;
En todo rincón de tu humilde morada:
pon anís, clavo de olor, azúcar y canela,
un pastel amarillo con monedas separadas,
dorada la vajilla y escarlata las velas.
Hay que usar esta noche un calzoncillo nuevo,
una tanga, una braguita, un short:
para hallar a aquel divino y eterno amor aventurero :
rojo fuerte y de furioso terciopelo color.
Y yo quiero ver que estrenes el pálido tul
a través del espejo, brindando en el baño
burbujas de champaña que nos dicen salud
porque al fin se va este viejo y condenado año.
y pocos finalmente se confían en Dios,
que esa larga caminata navideña por la calle
sólo al cura y a la hermana plenamente convenció.
Comienza el verano y diciembre termina
en el patio nocturno que el mundo olvidó
y llegan de improviso pidiendo los deseos
porque pase el año pronto, que ya todo pasó.
Las viejas decían que -con mucho gusto-,
el que viene será claramente mucho mejor,
siempre y cuando den las doce y justo:
cuando doce campanadas dé el reloj.
Yo conozco un primo mío que se alegra
y a una viuda que no para de llorar,
pero todos, casi todos con locura,
hacen algo un poco loco sin dudar.
A las doce de la noche cuentan plata
o le dan a la manzana buena circunvolución
y colocan en la puerta una maleta
que asegura la fortuna plena y multicolor.
Vendrán de una sortija dorada en la copa
varios meses llenos de prosperidad
y en ollas de lentejas, al subir de la escalera,
viajaremos hasta al cielo y mucho más allá.
Que dé vida y pura magia a tus deseos por docena
un granito de uva verde por talán,
y que linda esté servida toda mesa en cada cena
tras pararse, sentarse y volverse a parar.
Llena, Nena, tus zapatos de dinero
y el grabado de tu amado pon atado en un listón,
apretado y perfumado allí en tu pecho
con un hilo del color del corazón.
Escribe en un papel las porquerías rotas
que se lleva el 2008 al funeral,
las traiciones y las penas, las derrotas:
luego arrójalas al fuego de la noche final.
Al besar ruidosamente las campanas a la luna
echa un vaso de agua helada al más oscuro callejón,
y así alejas de tus ojos el dolor y la amargura
con las piedras del dinero, la salud y del amor
Limpia y adorna con espigas la casa,
y enciende las velas para cada ocasión:
azul era la paz; amarillo, la abundancia;
de naranja, inteligencia; y toro rojo, la pasión;
En todo rincón de tu humilde morada:
pon anís, clavo de olor, azúcar y canela,
un pastel amarillo con monedas separadas,
dorada la vajilla y escarlata las velas.
Hay que usar esta noche un calzoncillo nuevo,
una tanga, una braguita, un short:
para hallar a aquel divino y eterno amor aventurero :
rojo fuerte y de furioso terciopelo color.
Y yo quiero ver que estrenes el pálido tul
a través del espejo, brindando en el baño
burbujas de champaña que nos dicen salud
porque al fin se va este viejo y condenado año.
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