
Son el alma, los descalzos tremebundos pensamientos:
positiva sutileza, rubicunda amiga Dios.
Concitó mar de tifones y un estímulo tan lejos,
por llamarme anacoreta sin haber podido yo.
Cual amor descubrimiento de su angélica tibieza,
dulce, frágil, rubia inquieta y pudorosa, se marchó.
Se llevó mal de sus manos y crepúsculos complejos:
mi virtual amor humano, mi delicia principal.
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