
¿Por qué a la luz del mediodía se nubla,
si se desliza en el hervor de la mañana?
¿Por qué no encuentra a la Sofía que busca
si ahora le sobran la paciencia y la calma?
Porque esa música modorra diferente
de aquella época dorada y feliz,
que ve anotada en un papel diamante,
es alma hambrienta y quejumbrosa al morir.
Él vivía acostumbrado al arrecife blanco
de la libre exploración del alma,
del ejercicio perezoso de su cuerpo,
que va arrastrando y lentamente se cansa.
Queda un amargo sol crisol para la gente
de ese piadoso coronel sin palmas,
que de la cuna hasta la tumba siempre,
ya no se queja si se aleja del hogar.
Ahora su pompa es reluciente, vive y canta,
si se levanta y sale un rato a caminar,
porque la quiere como al mundo, y cambia
lo poco y nada que le queda, por amar.
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