
Inexorable me he quedado mortalmente ciego,
que no veo ni la cara de mi propia tumba.
Ahora que cierro los dos ojos invisiblemente solo,
ante ocho hambrientos animales, no te vi.
No hay otro lunes más extenso ni sombrío
que la mañana donde pasa la gente
y su garganta toda llena con desconocidos:
son infieles peregrinos que no creen en mí.
Indecente sombraluz que locamente escribo
nuevas locas amistosas y palabras que caen:
indolente la embriaguez que imaginé hace días,
en oroviento, porque no me pertenezco ya.
Ahora no sigo tu voz ni volantina dadá,
que hace unos días lo cantaba por algo,
que si ahora tocan la campana de la costra salgo
hacia el recreo luminoso en el arroz de tu mamá.
Pero yo guardo plena luz en el bolsillo del aire
y voy tomando de la mano sus caballos hombres.
Si una mañana tropezando que en el patio lloré,
me fui desnudo figurino y ya me puse de pie!
Serpiente cobardía sapo ruin habitabundo
irascible, sentado y problemático servil.
Y huyen los necios, porque soy, de mí,
el mimo enamorado cartulino cañón.
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