18 de agosto de 2005

VII.- La verde carcajada del maíz


Ella se burla de mi nube gris
y yo le escribo largas cartas de viajero,
que luego lee distraída junto a mí:
Perezoso cartero, pobretón y jilguero.

Ella se ríe de mí,

del niño viejo que me sigue y me toca,
de la palabra que se escapa de mi boca
y que de pronto la hace tan feliz.

Y ella se ríe, toda entera el alma

con la verde carcajada del maíz:
Me da la mano que me quita la calma.
Me da la luna que no para de reír.

Y ella de pronto seriamente se calla,

ella me abrocha la camisa y se va.
A la mañana siguiente me llama
y yo le pido que se ría una vez más de mí.

Que se ría todo el día de mí,

que no se guarde la alegría por mí,
y que se llene de gorrión y melodía,
por mí.

Que no se guarde la alegría por mí

y que se ría
con entera el alma linda

todo el día, y todavía, sin mí.

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