Quien ha muerto varias veces,
no ha dejado de existir
ni ha perdido la importancia
que algún día tendrá
para aquellos que le amaron
y entregaron su fulgor,
su energía y sus tormentos
porque nunca muriese.
Hay señuelos en el alma
de quien no ama de verdad,
para dar con los incautos,
inocentes, candorosos
que, cegados por el sueño
misterioso y peregrino
de sanar y hacer brillar,
se han humillado tan tristes.
Y una búsqueda insensata
riega el prado de los tontos,
cual heridos de abandono
como aquel que abandonó
sin perdones ni consuelos
la perfecta primavera
que sinceramente y libres
prodigaron a sus pies.
¿Cómo hallar la luz valiente
y más genuina que, imprudente,
desde siempre me ilumina
sin decirme la verdad?
Porque si algo hay verdadero
en el sendero de los fieles
es que no hay fidelidad
ni voluntariamente besos.
Solo rezos, lirios presos
y abanicos sin ardor,
una luna en cautiverio
y guiños torpes sin sabor,
porque acaso haya aprendido
a descubrir su dolo ficto,
pero nunca me resisto
a ver la dicha alrededor.
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